En Dios Pasa, Shoghi Effendi1 relata cómo en el año 1858, Bahá'u'lláh2, mientras caminaba envuelto en sus meditaciones, por las riberas del Tigris, fue inspirado con los «pronunciamientos como joyas» que componen este libro. Shoghi Effendi señala que la obra se identifica con el Libro Oculto de Fátimih, el cual se cree que fue revelado por el Ángel Gabriel a través del Imán
'Alí, para consolar a la dolorida h?a de Muhammad, después del fallecimiento del Profeta; hasta ahora, el libro permaneció oculto al conocimiento humano. Lo describe como la «dinámica levadura espiritual, lanzada a la vida del mundo para la reorientación de las mentes de los hombres, la edificación de sus almas y la rectificación de su conducta», y lo clasifica como preeminente entre las obras éticas del Autor. Presenta en su forma sentenciosa la suma y esencia de todas las revelaciones del pasado. Según la profecía, todos los Mensajeros y Profetas, incluso el Qá'im, están reunidos bajo la sombra del sagrado estandarte que el Prometido ha izado; bajo ese mismo estandarte se halla la Esencia de Sus Enseñanzas. Las Palabras Ocultas no es una recopilación, tampoco es una declaración ordenada. Es una nueva creación. Es una destilación de todas las Sagradas Escrituras. Es el punto focal donde convergen las Grandes Luminarias del pasado, uniéndose en una sola Luz, y todos los Ayeres de Dios se convierten en Hoy.
Nos es dada como una fuerza espiritual, imbuida con la presencia de todos los Monarcas Espirituales del pasado, activa, urgente, expansiva, sólidamente establecida en el corazón de la vida humana para realizar la destinada regeneración de la raza.
El libro tiene dos secciones: la primera, originalmente escrita en árabe, y la segunda, en persa. El lector fácilmente percibe que el tema de las dos secciones y la forma en que están dispuestas son similares, aunque hay otras diferencias además del idioma. La parte árabe es más corta que la persa, (veinticinco páginas en comparación con cuarenta y una), es más sencilla, directa, definida, ética; y la otra, más personal, atractiva, mística, poética. Todos los versos árabes están dirigidos al «H?o», los persas son muy variados: «Oh Sombra Fugaz», «Oh Moradores del Supremo Paraíso», «Oh Esencia del Deseo», «Oh Compañero de mi Trono», «Oh Ricos de la Tierra», «Oh Vosotros Pueblos del Mundo», «Oh Opresores de la Tierra», «Oh Emigrantes», «Oh Maleza que Brotas del Polvo» y muchas otras frases contrastadas. Los versos árabes van dirigidos a individuos, con la excepción de los números 66, 68 y 69; la sección persa tiene treinta y tres dirigidos a grupos. El tono del Autor es distinto en las dos partes: el escritor en árabe es un maestro amoroso; en persa, un amante que enseña. La sección persa se refiere más a la Manifestación en Sí, por ejemplo en los versos, 15, 16, 17, 23, 24, 29, 34, 35, 45, 46 y 52; y a eventos históricos, como en los versos 19, 63 y 71. No obstante, el prólogo a la parte arábiga que describe la naturaleza del trabajo, es también aplicable a la parte persa: «Esto es lo que ha descendido del reino de gloria, proferido por la lengua de la fuerza y del poder y revelado a los Profetas del pasado...» Y el epílogo al término de la sección persa se aplica igualmente a la sección arábiga. Además, los versos que componen el libro, ciento cincuenta y tres, están tan entrelazados y dependientes que forman un todo integrado.
Obviamente, Palabras Ocultas es una de esas obras que sólo puede ser interpretada por la experiencia personal e incluso comunal. Nosotros, los del crepúsculo espiritual, quienes todavía nos hallamos mas bien en el lado oscuro; que heredamos la tradición general de duda y adoración al becerro de oro, no podemos penetrar el significado profundo de estas Palabras Ocultas, ni lograr la perspectiva de la vida y del universo que ellas inculcan. Han de pasar años y generaciones hasta que el hombre pueda liberarse de las cadenas con que ha ligado su alma y recuperar la perspicacia perdida por la prolongada falta de uso.
En su primer verso, Las Palabras Ocultas define la verdadera meta suprema de la vida terrenal del hombre, e indica la manera de cumplirla, esto es, mediante la apropiada disciplina de la voluntad y la emoción. Cristo Se refirió al mismo propósito en la Parábola de los Talentos cuando el Señor d?o a su siervo fi el: «Sobre poco has sido fi el, sobre mucho te pondré»3. En otra parte de Las Palabras Ocultas4 dice que la meta y esperanza del hombre es «alcanzar el dominio sempiterno de Dios y llegar a merecer sus dádivas invisibles»; «revestir el alma con la unidad y eternidad divinas que Dios ha creado para los hombres, y así ser para toda la eternidad la revelación de su ser eterno»; «reconocer que el hombre se hizo para Dios; o sea, su lengua para la mención de Dios, su corazón para el descenso de Dios, su espíritu, el lugar de la revelación de Dios»; «amar a Dios para que el amor de Dios le pueda alcanzar5; que Dios pueda nombrarle y llenar su alma con el espíritu de vida»; y «entrar sin demora en el Paraíso del amor de Dios, el hogar celestial de la reunión con Él». Todas estas metas son internas, espirituales, se refieren a una relación particular con Dios; y una vez alcanzadas, son seguras, ciertas, inalienables, eternas. El lugar que el hombre gana así, es «antiguo»; es una parte del sistema universal y fue implícito en la creación del hombre; mediante su esfuerzo llega por fi n a lo suyo. De ninguna manera es material y por lo tanto no puede disolverse. Es real a la vista del Profeta, y por eso, permanente; según las enseñanzas de las Palabras Ocultas, nada que no sea permanente merece el esfuerzo del hombre inteligente.
Aunque el objetivo es expresado en lenguaje figurativo, no es menos definido. Cuando se le preguntó a 'Abdu'l-Bahá por qué los mensajeros hablan así, se dice que Él respondió: «Las revelaciones de los Profetas nunca pueden ser traducidas adecuadamente, debido a la pobreza e imperfección de nuestro lenguaje. Sus pensamientos son tan elevados que las mentes humanas no los comprenden. Ello explica el uso del lenguaje alegórico: las parábolas hacen meditar a los hombres y les hacen orar pidiendo iluminación, para que puedan entender el significado oculto. Buscar la verdad profundiza la capacidad del hombre y clarifica su visión, sin engendrar el orgullo intelectual».
Con gran poder y en cien imágenes de suma belleza, Las Palabras Ocultas muestra que la Soberanía, Dominio, Reunión, Unidad y Vida fueron partes del original Diseño Creativo de Dios; como en los versos arábigos 3, 4, 9, 10, 11, 12, 13, 19, 32, 64, 65 y en los versos persas 23, 27, 28, 29, 30, 34.
Explica qué es el hombre y cómo fue creado; revela que Dios, siendo aún un tesoro oculto, velado en su ser inmemorial y en la antigua eternidad de su esencia, conoció su amor por el hombre y por tanto lo creó. Entonces no fue su amor, sino el conocimiento de este amor lo que motivó a Dios en su tarea creativa. Esta verdad profunda y mística encuentra su paralelo en el mandato (del árabe 10): «Mi amor está en ti; conócelo». Y más remotamente se refleja en la tradicional clasificación de los «Ángeles» en nueve órdenes, siendo los más elevados los serafines, los ángeles del conocimiento y la sabiduría, y en segundo lugar los querubines, los ángeles del amor.
Este amor es la fortaleza del hombre; cuando la reconoce y entra en ella, está protegido del error y la muerte, y está seguro para siempre. El hombre es la lámpara de Dios, hecha para derramar la luz de Dios mismo. Fue creado de la arcilla del amor y le es dada la existencia por la esencia del conocimiento. Es el dominio de Dios y no perece; es la luz inextinguible de Dios. Dios le hizo aparecer del desierto de la nada y ha decretado para su educación todo átomo existente y la esencia de todo lo creado. No hay paz ni descanso para él salvo en la sumisión a Dios; no hay razón para la tristeza, salvo en el alejamiento de Dios, ni alegría, salvo en la cercanía a Él. Hasta que el hombre no ame a Dios, permanecerá separado de Él, lejos del Paraíso, insatisfecho, sin descanso, más allá del alcance del amor de Dios. Pues el hogar de Dios es el corazón del verdadero creyente, y el hogar del hombre es la Reunión con Dios.
Bahá'u'lláh habla de las dádivas y oportunidades del hombre y lo convoca a la acción. Dios le ha hecho rico y noble; para él colocó los frutos más exquisitos sobre el árbol de la gloria. Dios le saluda con nuevas de luz y reunión; le fortalece con el espíritu del poder; le guía con la luz de su faz; le llama hacia lo eterno, le pide magnifi car la causa de Dios para que Él le revele su grandeza y para que el hombre de la tierra pueda alcanzar la victoria; le dice que el corazón del hombre es como un jardín donde ha de plantar únicamente el rosal del amor, en el cual el ruiseñor del anhelo gorjea su canción de éxtasis. Revela que la muerte es una mensajera de alegría; le desafía por amor a la justicia para que sacrifique mil vidas en nombre de su Gran Bienamado.
El sendero del alma hacia la Reunión yace en el amor, tan desprendido, tan completo que signifi ca el rechazo de todo salvo Dios; significa separación, desinterés, pureza. Cristo enseñó que los puros de corazón tendrán la bendición de ver a Dios.
El primer consejo de Las Palabras Ocultas es el de poseer un corazón puro. Para que el hombre ame a Dios, tiene que apartarse de sí mismo; para buscar el beneplácito de Dios, no puede considerar el suyo. No debe gloriarse en su propio nombre sino en el de Dios; no debe confiar en sí mismo sino en Dios. No hallará paz salvo en la renuncia a sí mismo, volviéndose a Dios. Abandonando todo salvo a Dios, debe tornar su rostro hacia el de Dios y, olvidándose de todo salvo de Dios, debe comulgar con Él. No ha de buscar auxiliador fuera de Dios; ningún otro jamás le satisfará. En toda la extensión del espacio y del cielo, no encontrará descanso salvo en la humildad y sumisión a Dios. La prueba del verdadero amor es la fortaleza y la paciencia, y el amante sincero anhela la tribulación, así como el rebelde anhela el perdón, y el pecador, la misericordia. En verdad, el hombre debería estar tan contento con el placer de Dios, tan agradecido por todo lo que Él le ordena, que debería abandonar todo y buscar la muerte del mártir6.
Pues, el hombre por naturaleza tiene un yo, un ser íntimo inferior; tiene un Satanás así como también tiene un ángel. En otra parte Bahá'u'lláh Se refiere a él como la Esencia del Error. Aquí en Las Palabras Ocultas, por un lado llama al hombre: «Oh Esencia de la Negligencia», «Oh Esclavo Cautivo del Mundo», «Oh Quintaesencia de la Pasión», «Oh Maleza que Brotas del Polvo», y por otro lado, «Oh mi Hermano», «Oh Compañero de mi Trono». Este yo es incompatible con el ser superior, como lo es el agua con el fuego; se alía con el enemigo de Dios; por el yo, el hombre puede extraviarse y perderse; permanecer lejos de Dios; pues embriaga al hombre con el sueño de la negligencia o le lleva a una estéril búsqueda al rivalizar con Dios7.
Considerando el panorama del pasado Ciclo Profético, se observa que el elemento malévolo del hombre ha triunfado hasta ahora sobre el bueno. Bahá'u'lláh contempla al hombre, empobrecido y abatido por su propia voluntad y acción, ocupado con sus propias ociosas fantasías y vanas imaginaciones, desconfiado y rebelde en contra de Dios, y, por lo tanto, destruyendo su esperanza, escogiendo la vergüenza ilimitada, encadenándose a este mundo y en la prisión del yo, trocando el Paraíso por el montón de polvo que es el mundo mortal8.
En todo el libro, el sutil poder destructivo del ser inferior queda al descubierto y se advierte al hombre sobre la necesidad de luchar en su contra constantemente y sin compromisos. Se le ordena: «Aléjate de ti mismo» «No habrá paz para ti, mientras no renuncies a ti mismo; te incumbe poner tu confianza en Mí y no en ti mismo». «Vuelve tu rostro hacia el mío y renuncia a todo salvo a Mí». «Olvídate de todo menos de Mí»9.
Aquel que desea a Dios, se le asegura, no ha de buscar a nadie más; aquel que quiere contemplar Su belleza debe cerrar sus ojos ante el mundo y a todo lo que hay en él. La voluntad de Dios y la voluntad de otro no pueden morar juntas en un corazón10. Mientras el corazón esté manchado con el deseo y la pasión, no puede comulgar con Dios. Si el hombre busca beber del vino de la vida inmortal, debe purificarse de la contaminación de la riqueza en la fuente del desprendimiento11. Para que la semilla de la sabiduría divina brote y se desarrolle en el hombre, la tierra del corazón en que está plantada debe ser pura y la semilla debe ser regada con las aguas de la seguridad y la certeza12. Se advierte al hombre que en esta Edad de Justicia, los verdaderos fi eles pueden lograr recompensas nunca vistas; las normas por las cuales se mide la fe igualmente son elevadas, y al creyente se le pide esforzarse para que sus acciones sean purificadas del polvo del yo y de la hipocresía y disfrute del favor de la corte de gloria, pues los que prueban a la humanidad, en la santa presencia del Adorado, ya sólo aceptarán la virtud absoluta y los hechos de pureza inmaculada.
La dominación de este yo, el desprendimiento de deseos egoístas, es en sí la tarea esencial que confronta el alma aspirante. Bahá'u'lláh termina esta obra ética con un desafío final para los fieles: «Ahora, que se vea lo que revelarán vuestros esfuerzos en el sendero del desprendimiento». El Creador ha dejado esta imperfección en la naturaleza del hombre y le ha dado el libre albedrío para luchar contra ella, para que el hombre pueda, por sus propios esfuerzos, «merecer conocerme (a Dios) y reflejar Mi Belleza».
Si no existiese el yo, el hombre no podría ganar la alabanza y recompensa; quizá no sería puesto a prueba ni sufriría tribulación, pues no sería más que un autómata. Esta exigencia de esfuerzo, este privilegio del libre albedrío puede convertir al planeta en un lugar de tormento, pero también lo hace el campo de una posible victoria, una arena donde el logro moral es verdaderamente un hecho del hombre, alcanzado bajo la ley munificente de la justicia, por su propio conocimiento, determinación y acción. En el «mundo venidero», no existe esta oportunidad de lograr el mérito. Allí, para su progreso, el hombre no depende de su esfuerzo y justicia, sino de la misericordia de Dios. Por lo tanto, Bahá'u'lláh aconseja al hombre aprovechar esta oportunidad aquí y ahora, pues no se repetirá. Los fuegos del infierno, como se explica en otra parte, es estar consciente de las inapreciables oportunidades desechadas y ahora perdidas para siempre.
Las Palabras Ocultas es un signo de la victoria de Dios y el cumplimiento de su antiguo propósito para la humanidad. Jamás ha sido revelado ningún libro resplandeciente con tanta intensidad de luz, ni pudo haber sido otorgado anteriormente a la humanidad. Contiene la suma de todas las Revelaciones, colmadas en su integridad, renovadas en poder, y llevadas a la perfección de la unidad, mediante las coronadoras palabras de Bahá'u'lláh. Es la Insignia de la unicidad de todos los Profetas de Oriente y Occidente, desde el principio hasta el presente; la Insignia de esa Fe Universal sobre la cual se edificará la Más Grande Paz.
George Townshend