Introducción

Nunca antes habíase revelado la hechura de la verdadera civilización en circunstancias tan extraordinarias, y por un autor tan cualificado, como en la presente obra de 'Abdu'l-Bahá.

Escrito en el año 1875, el texto original persa fue litografiado en Bombay en 1882. En 1910 se publicó en Londres la primera traducción, a la que siguió ocho años después la edición de Chicago, bajo el título The Mysterious Forces of Civilization (Las misteriosas fuerzas de la civilización). La presente edición, a cargo de Marzieh Gail, aporta una versión más precisa, reflejo del dominio que de ambos idiomas posee la autora, hija de padre persa y madre norteamericana, y que ha vivido durante años en ambos países.

El nombre de 'Abdu'l-Bahá ha alcanzado singular renombre a lo largo de todo Oriente y Occidente como símbolo de sabiduría, nobleza, heroísmo y consagración completa a la causa de la unidad espiritual y de la paz universal. Su nombre es, en realidad, un título que significa "Siervo de Bahá" (esto es, siervo de Bahá'u'lláh).

Nacido en Persia el 23 de mayo de 1844, 'Abdu'l-Bahá, hijo primogénito de Bahá'u'lláh, vio la luz el mismo día en que 'Alí Muhammad, conocido como el Báb, anunciara la misión con la que habría de inaugurar una nueva Dispensación religiosa, amén de allanarle el camino a Bahá'u'lláh, el autor de la Revelación bahá'í.

'Abdu'l-Bahá contaba tan sólo seis años cuando el Báb fue martirizado en Tabríz, y ocho años cuando Bahá'u'lláh fue encarcelado por orden del Shah en una mazmorra de Teherán. Meses después acompañaría a Su Padre en el exilio a Bagdad. Fue así como dio comienzo el período de destierros y encarcelamientos que hubo de sobrellevar hasta 1908. Desde Bagdad, Bahá'u'lláh fue trasladado a Constantinopla, junto con Su familia y acompañantes, de allí a Adrianópolis y, finalmente, a la fortaleza-prisión de 'Akká en Tierra Santa, donde falleció en 1892. 'Abdu'l-Bahá, curtido por la adversidad y recrecido en Su espíritu, fue manifestando durante tal período las cualidades y poderes sobre cuya base Bahá'u'lláh asentó el futuro de Su Fe Mundial. Así lo confirmaría el nombramiento en Testamento de Su Hijo como Ejemplo de la vida religiosa, Intérprete de la Palabra y Centro de Su Alianza con la humanidad.

Desde 1892 hasta 1908, 'Abdu'l-Bahá padeció indecibles penalidades, a las que puso fin la revolución turca, que habría de liberar a todos los presos políticos sentenciados por el Sultán.

Fue el general Allenby, conquistador militar de Palestina durante la Primera Guerra Mundial, quien, atendiendo a las instrucciones de Lord Balfour, secretario de Asuntos Exteriores británico, adoptó las medidas necesarias para garantizar Su protección.

Desde el 1911 a 1913 'Abdu'l-Bahá realizó una gira por Europa y Norteamérica, durante el transcurso de la cual visitó las comunidades locales bahá'ís, pronunció alocuciones públicas dirigidas a asociaciones de paz, universidades, iglesias, sinagogas y conferencias de gentes de raza negra; tuvo oportunidad de reunirse con personalidades distinguidas del Gobierno, clero y mundo de la educación. Con Su ejemplo y verbo elocuente en todo momento formuló los principios de la paz universal. La relación de personalidades distinguidas es demasiado amplia como para reproducirla aquí; no obstante, del carácter de la acogida que Occidente dispensó a 'Abdu'l-Bahá dan cierta idea los nombres, entre otros muchos, que se detallan a continuación: archidiácono Wilberforce, reverendo R. J. Campbell, Lord Lamington, Sir Michael Sadler, los maharajahs de Jalawar y Rajputana, profesor E. G. Browne, profesor Patrick Geddes (encuentros de Londres); el ministro persa, el embajador turco, dignatarios eclesiásticos de varias denominaciones del árbol cristiano (encuentros de París); el profesor Arminius Vambery, varios miembros del Parlamento, el conde Albert Apponyi, el prelado Alexander Giesswein y el profesor Ignatius Goldziher (encuentros de Viena); y ya en Norteamérica, el doctor David Starr Jordan, el rabí Stephen Wise, Alexander Graham Bell, el honorable Franklin K. Lane, la señora William Jennings Bryan, Andrew Carnegie, el honorable Franklin MacVeagh, el almirante Peary y Rabindranath Tagore.

Las conversaciones y escritos más representativos del mensaje que transmitió a 'Abdu'l-Bahá a Occidente incluyen las alocuciones pronunciadas en el City Temple (Londres), la universidad Stanford (California) y el templo Emmanuel (San Francisco), la epístola dirigida al Comité para la Paz Durable (La Haya), y la epístola dirigida al científico suizo doctor Forel. En numerosas charlas públicas pronunciadas en los Estados Unidos, 'Abdu'l-Bahá hizo un llamamiento al pueblo norteamericano para que condujese a las naciones hacia la paz, la justicia y el orden social.

En Contestación a unas preguntas, Laura Clifford Barney recogió con precisión las respuestas que 'Abdu'l-Bahá aportó a preguntas relacionadas con los Profetas, el destino del hombre, sus atributos y poderes, la inmortalidad y la vida del más allá. Desde entonces la obra ha sido considerada una introducción ideal a esta nueva era de la religión universal.

La misión tan fielmente llevada a cabo por 'Abdu'l-Bahá desde 1892 a 1921 como Cabeza de la Comunidad Mundial Bahá'í, por más que providencial, no guarda relación directa con el texto del presente volumen.

El secreto de la civilización divina consiste en un mensaje dirigido a los gobernantes y pueblo de Persia. (…)

El lector occidental no dejará de apreciar el hecho de que 'Abdu'l-Bahá emplee pasajes del Corán a fin de establecer el significado espiritual de Su tesis y de apremiar a la nación islámica de Persia mediante Su llamamiento. Puesto que el Corán es poco conocido en Occidente, dichos pasajes revisten una importancia secundaria como medio de familiarizar al lector occidental con el Libro Sagrado de los pueblos árabe y persa, algo particularmente bienvenido en una época en que la comprensión de Oriente resulta más necesaria que nunca en Europa y América.

Horace Holley

4 de julio de 1956